Al pensar en una huerta, pensamos en cultivos coloridos, prolijamente separados y ordenados. La vida de una persona, gráficamente, es igual a una huerta: tenemos los cultivos rosados del amor (por amor digo relaciones sentimentales / parejas, por favor, no piensen que me dejé vencer por la cursilería), los cultivos verdes de la familia, la parcela azul para el trabajo, la blanca para el estudio, la amarilla para la salud (ok, los colores son arbitrarios).
Para mantener el orden, y la "rentabilidad" de la huerta, los cultivos deben estar equilibrados, sin mezclarse. Si mis zanahorias invaden a mis rabanitos, tendré tres consecuencias indeseables:
1. Menos rabanitos, y sus reclamos
2. Soberbia de las zanahorias ya que se creerán más importantes que los rabanitos, a los que invadieron impunemente
3. Desequilibrio económico, ya que las parcelas van agrandándose o achicándose de acuerdo a la rentabilidad de las mismas, no es conveniente cosechar 15 kilos de zanahoria si solamente puedo vender 10.

Es muy clara la analogía con las "categorías" de la vida de las personas. No todos sabemos frenar a las zanahorias antes de que se conviertan en una plaga. No todos sabemos cuidar y valorar lo suficiente a los rabanitos como para no dejarlos "invadir" por otros cultivos.

El equilibrio es fundamental, cada categoría tiene sus tiempos y sus espacios, y es responsabilidad de cada uno de nostros administrarlos. Claro que no todos somos buenos granjeros.

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